jueves, 4 de abril de 2013

Hablemos de las cosas que nunca volverán.


Un día dejaré bajo tu puerta una lista de promesas incumplidas;
dormir abrazados,
ir al teatro,
bañarnos en la playa de noche,
hacer el amor en todas las camas que nos tentaron,
el último cigarro a medias -tal vez con algún aliñe-
un viaje corto, breve e intenso,
no salir de la cama en un día entero,
fotografiar cada una de tus miradas
y mil cosas imposibles que ya no logro recordar,
mil y una cosas que algún día haré mientras me rehago,
porque no se le puede pedir que recomponga las cenizas
a una lista que ha muerto de tristeza.

Así que ahora, miro hacia el futuro. Pero siempre he sido terriblemente nostálgica y
me produce un tremendo desagrado ver en lo que te vas convirtiendo día a día,
y por ello, no te extraño ni necesito.
Pero a él sí. 
Es algo que tengo asumido en el alma y la piel.
                                                          Siempre le echaré de menos. 
Porque amaba profundamente lo que era.
Lo que eran.
Tu antiguo tú, y mi viejo ser.

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