domingo, 9 de febrero de 2014

Conoces a muchos genios, deberías conocer gente tonta de vez en cuando. Podrías aprender algo.

Y así era ella,
de esas de Allen y Sabina,
de sueños con Manhattan
y la calle Melancolía.

De las que se guardaban los orgasmos en el bolsillo,
te regalaban una desvergonzada sonrisa
y se iban, así, sin más

Aquel abril, 
de madrugada, para ser exactos,
se autoconvenció -que suele ser similar a mentirse-,
de que no volvería a escribir para nadie
que no fuera ella misma.

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