Soy simpática.
Bueno, eso es sólo una etiqueta.
También soy una hija de puta.
Claro que eso no se dice cuando te estás describiendo.
El nivel máximo de sinceridad que he conseguido alcanzar se ha quedado en: Un poco borde y orgullosa.
Pero, a estas alturas, después de haber soportado gente y gente. ¿Quién es buena persona? ¿Quién se porta bien todo el rato? ¿Quién aguanta sin que la vena le estalle? ¿Quién no pone la zancadilla de vez en cuando para que el de al lado se rompa la boca?
No está mal ser una hija de puta. Y reconocerlo es mucho mejor. Es muy divertido. La gente no va por ahí diciendo:
"Hola, me llamo fulanito y me encargaré de que no me revientes la vida."
No suena muy bien y no es la mejor forma de hacer amigos. Claro que a mí me gusta dejar las cosas claras desde un principio. No soy de esas que esperan hasta el último momento para soltar el demonio que llevo dentro. En absoluto, yo lo suelto al principio. Un poquito. Un trocito. Y te advierto de que esta soy yo, y soy así, lo que ves, si te gusta genial y sino lárgate antes de que se me escape la mano, porque puedo hacerte mucho muchísimo daño.
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