Ordeno el dolor, por categorías. Y pongo lo que más duele arriba, para recordar que tengo que eliminarlo enseguida. Abajo del todo, lo que pica, aunque sólo sea un poco. Mejor prevenir que curar, o eso dicen. Lo guardo en la estantería junto con unas muñecas viejas y cierro bien la puerta, no quiero saber nada acerca de mi vida en unos días. Vuelvo al sofá. Las doce y un minuto. ¿Dónde estás?
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