Había sido el mejor amanecer que Coco había presenciado jamás. Después de una noche desenfrenada se levantó, tenía el pelo revuelto hacía atrás, unas ojeras terribles, y la suela de los calcetines estaba sucia. Se dirigió al baño para lavarse la cara, salió, iba totalmente despreocupada, entró en la cocina y cogió una lata de CocaCola Light, y se tumbó en el sofá mirando al techo. Entonces también entró el, con el pelo desaliñado y los calzoncillos colocados rápidamente. Él miró a Coco, la cual se encontraba con la mirada perdida y una extraña sonrisa, se sentó a su lado y la abrazó, la besó y le recordó lo adorable que era.
Se estaba haciendo de día, y salieron a pasear por el jardín de la mano. Al rato, se sentaron en las escaleras de la casa, Coco le abrazaba, y le besaba la mejilla; él, le acariaba la mano.
Coco le miró y dijo:
-No podrías encantarme más, y aunque a veces seas un borde, y te fascine picarme y verme enfadada y piense que eres un completo idiota, en momentos como este, entiendo porqué te quiero, y todo lo que significas para mí.
Él esbozó una gran sonrisa, susurró:
-Yo también te quiero, porque eres la única con la que podría compartir un momento tan especial como este.
Entonces la volvió a besar.
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